diumenge, d’abril 08, 2007

Rilke

Ninguna razón tenemos para recelar y desconfiar del mundo en que vivimos. Si entraña terrores, son nuestros terrores. Si contiene abismos, estos abismos nos pertenecen. Y si en él hay peligros, debemos procurar amarlos. Con tal que cuidemos de ordenar y ajustar nuestra vida conforme a ese principio que nos aconseja atenernos siempre a lo difícil, cuanto ahora nos parece ser lo más extraño acabara por sernos lo más familiar, lo mas fiel.

¿Cómo podríamos olvidarnos de aquellos mitos antiguos que presiden el origen de todos los pueblos, esos mitos de los dragones que en el momento supremo se transforman en princesas? Quizá sean todos los dragones de nuestra vida, princesas que sólo esperan vernos alguna vez resplandecientes de belleza y valor. Quizá todo lo terrible no sea, en realidad, nada sino algo indefenso y desvalido, que nos pide auxilio y amparo...

Fragment de "Cartas a un joven poeta"
Raine María Rilke

1 comentari:

Anònim ha dit...

Mis miedos siempre han sido mis mejores compañeros, mis más fieles seguidores. Siempre han estado "junto a mi". Y sólo cuando esos miedos han dejado de ser seguidores, para convertirse en mis maestros, y me he tirado a la piscina con ellos, sólo entonces he descubierto que no existían. Que eran como aquel monstruo que en mi niñez creía que estaba debajo de la cama y estaba esperando que me durmiera para devorarme.